Lo sorprendente del texto de Benjamin es que a pesar de haber sido escrito hace más de 70 años, sus ideas se amoldan perfectamente a la sociedad de hoy. ¿Un visionario o el mundo no ha sufrido modificaciones en este último siglo?
Para poder responderme voy a tratar de hacer un repaso por su ensayo: el autor plantea que el exceso de información a través de los medios de comunicación limita el desarrollo de la narración, pues el merito de ésta consiste en dar lugar a la libre interpretación.
Lo importante para la noticia es no perder tiempo y si se tiene la primicia mejor aún. Por lo tanto si el hecho es dudoso, los periodistas se encargan de explicarlo de manera que llame más la atención del destinatario. Quien se toma el tiempo de indagar, pierde. La desinformación y la tergiversación no vinieron añadidas al boom de Internet y los medios modernos, sino que es un problema de antaño.
Cualquier texto que pueda perpetuarse en el tiempo guarda en su interior el arte de narrar, por lo tanto carece de explicaciones y conclusiones absurdas que agotan el tema que se está abordando. Este ensayo “almacena la fuerza reunida en su interior y puede volver a desplegarla después de largo tiempo”. Entonces ni Benjamin es un visionario, ni el mundo es inamovible pues como las semillas que estuvieron cerradas en las cámaras de las pirámides, este texto sigue conservando su fuerza germinadora hasta el día de hoy.
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