sábado, 28 de agosto de 2010

operación desconocida

¿Qué es lo que pueden tener en común Miles Harvey y Rodolfo Walsh? Supongo que es más lo que los diferencia de lo que los une. Uno escribió sobre el poder que tienen y tuvieron los mapas desde la antigüedad hasta hoy; el otro hizo una novela testimonial dónde relata qué fue lo que verdaderamente pasó la noche de la fracasada revolución de Valle.
El primer puntapié para unirlos es su profesión: ambos son periodistas. Ambos escribieron sus libros con el objetivo de contar a sus lectores una historia, en este caso las dos verídicas, y ambos denotaban pasión en su tarea.
Como encontré poca información acerca de Harvey voy a hablar de él solo con lo que lei. Su modo de escritura es sencillo y se lo nota vehemente con lo que ha investigado: la historia de Gilbert Bland. Este sujeto se dedicaba a robar mapas en las bibliotecas de EE.UU. pero lo hacía en el siglo XX (1995) y eso es lo que más atrajo la atención de Harvey “ Que tenían aquellos viejos y misteriosos mapas que a la gente le resultaban tan seductor? ¿Y que clase de persona llegaría hasta tan lejos y se jugaría tanto por conseguirlos?”.
Ya no detentan poder, ni tienen el valor que puede tener un cuadro de Picasso, sin embargo los siguen robando. Como aficionado de las “cosas cartográficas”, Harvey, encontró en este caso un enigma por resolver, una terra incógnita, dejó de ser una investigación para convertirse en una aventura que sin saberlo lo fue adentrando en aguas desconocidas.
Tal vez aquí encuentre otro punto en común con Walsh. A él también una historia que le contaron una noche de verano jugando al ajedrez, le causó tal atracción desde que se enteró de ella, que lo hizo sumergir en aguas desconocidas. Además generó un giro completo en su vida “la larga noche del 9 de junio vuelve sobre mi, por segunda vez me saca de las suaves, tranquilas estaciones. Ahora, durante casi un año no pensare en otra cosa, abandonare mi casa y mi trabajo, me llamare Francisco Freyre, tendré una cedula falsa con ese nombre, un amigo me prestara una casa en el Tigre, durante dos meses viviré en un helado rancho de Merlo, llevare conmigo un revolver, y a cada momento las figuras del drama volverán obsesivamente.”
El sentirse insultado por aquel relato desgarrador es lo que hizo que no abandonara la investigación, hasta no revelar la verdad.
Operación masacre se publicó en 1957 pero allí no terminó la investigación. Con el correr del tiempo agregó más información y varió su reflexión final. Con este libro supo aniquilar la versión oficial de los hechos, además de ser el iniciador de un nuevo género literario: la novela testimonial.
Inevitablemente, entra en este juego de relaciones, Vera, el personaje de mi cuento. Ella, literalmente entró en aguas totalmente desconocidas. En ese repentino cambio de vida que le obligaron a hacer, en búsqueda de un futuro incierto en un lugar lejano, tuvo que subirse a ese barco e irse. A este personaje también se le puso delante del camino una aventura; escapó del fascismo, cambió de identidad, cruzó una frontera. Un hecho que no le causó satisfacción sino mas bien le generó terror; al contrario de Bland este hombre que cruzarlas le significaba un desafío, arriesgado, pero le daba sensación de poder. Como dice Güichal “siempre que se cruza una frontera hay peligro. Es el peligro de adentrarse en lo desconocido y ya no poder regresar a la situación inicial”. Esto también le sucede a Walsh. Traspasando los límites no buscaba poder. Todo lo contrario, intentaba descifrar una verdad manchada con sangre.

lunes, 23 de agosto de 2010

Desarraigo (segunda versión)

El agua se encontraba calma y el cielo estaba despejado. Ella miraba a su alrededor y lo único que veía era agua pero estaba más tranquila y mirar el horizonte ya no le causaba nauseas. Aunque a veces se sentía mareada porque todo le parecía lo mismo, todo se reducía a un infinito de color azul que a lo lejos se chocaba con el cielo. Miraba hacia el este y los ojos se le llenaban de lágrimas, porque allí estaban los 14 años de su vida que no se pudo llevar consigo.
Pasaba el día entero sentada en un rincón de la proa, mirando el océano con sus piernas tapadas con una manta de su abuela. Por momentos se pasaba horas escribiendo en su diario personal y cuando levantaba la vista ya era de noche, ya había pasado un día mas.
Mas allá del shall de lana que cubría su espalda y el rodete que ataba sus cabellos la juventud la perseguía en cada pisada, en cada palabra y en cada mirada por mas melancólica que esta sea.
Todavía quedaban veinte días o más para llegar a destino, un lugar que para algunos eran las tierras prometidas y para otros una ciudad pegajosa que además olía mal:
Bonosaires, Aryentina, trataban de pronunciar los italianos que viajaban en el Oceanía y que jamás en su vida habían hablado español.
Vera compartía el camarote con su abuela y con seis mujeres más. De vez en cuando, por las noches, se escuchaba alguna rata perdida por los pasillos pero no era motivo suficiente de preocupación. Allí había tres camas marineras en un espacio muy reducido, por lo tanto intentar subirse a ellas requería de mucha destreza porque no tenían escaleras. Vera dormía arriba y a pocos centímetros había un ventiluz redondo que en las noches ventosas les impedía dormir por el ruido que hacía el viento y el frío congelado que se filtraba. Pero era impagable la vista que tenía al amanecer cuando los rayos de luz se reflejaban en el mar y el sol parecía una bola de fuego que lentamente iba escalando el cielo.
El primer viernes que pasaban en el barco se la notaba a Vera un poco preocupada. Estaba inquieta, por momentos caminaba por toda la cubierta y por otros se sentaba e intentaba escribir en su diario.
Marzo de 1938:
“Es el primer día que no quiero que se termine. Tengo miedo que nos descubran.”
Con las primeras estrellas del viernes se recluyó junto con su abuela en el camarote a respetar el Sabbat. Hasta el sábado su abuela había decidido quedarse ahí, orando. Ni siquiera saldrían para comer porque la comida que daban era, casi siempre, de origen animal.
Pero Vera no estaba concentrada y su cabeza empezaba a divagar. Miraba a su bubbee y envidiaba la tranquilidad que emanaba. Estaba muy paranoica, para ella todos sabían en el barco quienes eran y porque estaban allí. Su abuela se sentía respaldada por los certificados de bautismo que consiguieron para poder viajar y eso la ayudaba a mantener la calma.
Prontamente se cumplió una semana de viaje pero Vera sentía que estaba allí hacía meses. La nostalgia se había apoderado de ella y todo le recordaba a su pueblo, que ahora ya no era más suyo. Sentada en el mismo rincón de siempre, mirando la inmensidad, los recuerdos se iban apoderando de ella y ahora no quiere pensar. Prefiere imaginar. Imaginar que esta en un viaje para recorrer el mundo, los lugares mas hermosos, sentir nuevos olores, pero después regresar a su bella Trieste.
Una anciana pasa con un crucifijo en la mano y las imágenes otra vez vuelven. Quiere distraer la mente, tararea una canción pero ya no puede seguir reprimiendo los recuerdos, tienen que salir. Una lágrima recorre su mejilla mojando sus labios, dejándole el sabor amargo de un triste episodio. Y ahí se ve caminando hacia el colegio el primer día de clases haciendo el mismo recorrido de siempre, hasta que oye esa voz que aun le retumba en los oídos.
- Tú aquí no eres bienvenida.
El eco de esa voz la horroriza le impide seguir pensando. Luego ve el esquivo de sus amigos que la corren del medio de la entrada de la escuela y le ruegan que nunca más les dirija la palabra. Prefiere pensar que es una pesadilla pero está allí, ella es la protagonista, ella es ahora una desconocida. Y se larga a correr. Corre hasta su casa, ese recorrido, el de siempre, que ahora ya no es el mismo. Todo le resultaba desconocido ¿Cómo puede ser que no reconozca la Piazza unita? Siente que le arrancaron las raíces de un tirón ya no es la misma de antes.
Solía caminar por el barco observando al resto de la gente. Pensaba si se encontraban en la misma situación que ella. Predominaba un clima de alegría pero también de incertidumbre. Algunas señoras coquetas pasaban por la parte de abajo del barco, caminando erguidas despidiendo aroma de perfume francés al pasar, y miraban con cierto aire despectivo a las otras mujeres, que estaban sentadas en el piso tejiendo abrigos para resistir el frío de las noches. Tenían la misma edad pero se notaba en sus manos, en las grietas de las manos, la historia de vida que cada una tuvo que llevar.

-Buen día mi nombre es María.
Vera mira hacia su costado para confirmar que era a ella a quien habían hablado. Tímida y con la mirada hacia el suelo responde al saludo con la voz muy baja.
María tenia la misma edad que Vera pero la juventud le sentaba mucho mejor. No tenía vergüenza de ocultar sus curvas y las lucía vistiéndose con trajes ajustados al cuerpo.
Ella había emprendido este viaje porque sus padres la habían obligado a hacerlo. Poco le importaba conocer Argentina, hubiera preferido irse a Paris, como lo hacían todos los años, pero su padre se negó porque “la situación estaba complicada”.
Durante el día estaba con su madre y sus amigas sentadas en la galería del barco, hablando de moda y tomando el té. A María también se le hacia eterno el viaje. Las mujeres no la dejaban opinar y solo debía oír las absurdas conversaciones que duraban horas. Su padre hacia lo mismo, con la diferencia que hablaban de política y tomaban brandy.
Nadie entiende por qué pero prontamente comenzaron a conversar y a entablar cierta confianza. Nadie lo entiende porque sus mundos eran antagónicos, ellas eran diferentes.
Comenzaron a pasar más tiempo juntas; era notable la presencia de María en tercera clase, no pasaba desapercibida y causaba las miradas del resto. Miradas que la halagaban por eso le gustaba estar allí. Se sentía superior, sus palabras eran escuchadas con atención y nadie le impedía opinar.
Lo mismo le pasaba a Vera cuando entró en el mundo de su amiga. También sentía las miradas del resto pero a ella le quemaban; eran miradas acusadoras, que la hacían sentir inferior a ellos.
Pero ese lugar le fascinaba. No la gente sino el lugar. Era todo realmente magnífico, las columnas estaban todas entalladas y las escaleras eran de mármol blanco, los ventanales gigantes tenían una vista paradisíaca, había olor a lujo.
El domingo el exclusivo padre Ceferino Garibaldi auspiciaba una misa en primera. Vera asistió por insistencias de su amiga y a escondidas de su abuela. No sabia de qué se trataban los rituales cristianos pero la curiosidad y la necesidad de ser aceptada por su amiga hicieron que termine yendo.
El lugar parecía no pertenecer al plano terrenal. De las arañas de oro que colgaban del techo, de las velas del altar y las que iluminaban las imágenes de los santos y de los brillantes que adornaban la figura de la Virgen, de todos ellos, partían rayos de luz de mil colores diversos que inundaban el espacio en el que estaban.
El órgano dio sus primeras notas anunciando que empezaba la misa e inmediatamente todos los fieles se pusieron de pie para recibir al padre. Éste dijo una cantidad enorme de palabras ininteligibles y cuando culminó el coro de monjas comenzó a cantar, entonando la letra del cántico con el resto de la gente, que junto con el ensordecedor sonido del órgano hacían erizar la piel de Vera, impidiéndole hacer todo tipo de movimiento, ni siquiera el de su boca.
Luego volvieron a tomar asiento y empezaron a hacer movimientos con sus manos que en vano intentó imitar, enredándose en si misma. Tenía vértigo de estar en ese lugar. Pero nadie la había obligado a hacerlo, sino que ella misma asumió el compromiso de ir.
Al salir de misa María la miro, sonrió y le dijo:
- de no conocerte pensaría que sos rusa y estalló en una horrible carcajada.
Sentada nuevamente en su lugar en el barco estaba avergonzada de haber ocultado alguna vez su identidad. Su familia, desde muy chica, le había enseñado que era un orgullo ser judío, pero desde aquel suceso en el colegio se desmoronaron los sentimientos que tenia hacia su religión. Por culpa de sus creencias su vida había cambiado por completo y ahora estaba dando vuelta la página empezando una nueva historia.
“¿Tendría Argentina los canales que tenía Venecia? ¿Habría allí una fuente tan hermosa como la de Trevi? ¿Y un mar tan enorme como el Adriático?”
Se quedo dormida escribiendo las últimas líneas en su diario y promete no volver a hacerlo por mucho tiempo más y que el silencio no se apodere más de su voz.
Comenzó a soñar que había llegado a destino y que los argentinos no eran humanos sino seres indescriptibles de otra naturaleza, que la miraban y sin decirle nada le señalaban el río con el dedo para que regrese a su país.
-¡llegamos, llegamos!
Vera despierta en un santiamén y ve gente que se abraza, llora y al mismo tiempo sonríe. Gira su cabeza y ve a lo lejos la ciudad que se erigía de cara al río. Era cierto habían llegado a destino. ¿Seria tal como lo había soñado? Tampoco quería saberlo, se había aferrado al barco, al fin y al cabo allí eran todos compatriotas. Mira hacia el este por última vez queriendo encontrar alguna imagen olvidada de su querida Italia. Pero ya no es lo mismo, la humedad, el calor del río, no la dejan conectarse con lo que de ahora en mas era su pasado. Tal vez allí pueda construir un presente, pero no imagina su futuro en Argentina. Baja cabizbaja y al poner su primer pie en Buenos Aires levanta la mirada y se pregunta ¿podré comenzar una nueva vida aquí?

lunes, 16 de agosto de 2010

Desarraigo

El agua se encontraba calma y el cielo estaba despejado. Ella miraba a su alrededor y lo único que veía era agua pero estaba mas tranquila y mirar el horizonte ya no le causaba nauseas. Aunque a veces se sentía mareada porque todo le parecía lo mismo, todo se reducía a un infinito de color azul que a lo lejos se chocaba con el cielo. Miraba hacia el este y los ojos se le llenaban de lágrimas, porque allí estaban los 14 años de su vida que no se pudo llevar consigo.
Pasaba el día entero sentada en un rincón de la proa, mirando el océano con sus piernas tapadas con una manta de su abuela. Por momentos se pasaba horas escribiendo en su diario personal y cuando levantaba la vista ya era de noche, ya había pasado un día mas.
Mas allá del shall de lana que cubría su espalda y el rodete que ataba sus cabellos la juventud la perseguía en cada pisada, en cada palabra y en cada mirada por mas melancólica que esta sea.
Todavía quedaban veinte días o más para llegar a destino, un lugar que para algunos eran las tierras prometidas y para otros era una ciudad pegajosa que además olía mal:
Bonosaires, Aryentina, trataban de pronunciar los italianos que viajaban en el Oceanía y que jamás en su vida habían hablado español.
Vera compartía el camarote con su abuela y con 6 mujeres más. De vez en cuando, por las noches, se escuchaba alguna rata perdida por los pasillos pero no era motivo suficiente de preocupación.
En su diario Vera escribía:
“Marzo de 1938:
Hoy es nuestro primer viernes en el barco. La bubbee dijo que íbamos a respetar nuestras tradiciones pero ¿Cómo haremos para no despertar la atención del resto?”
Con las primeras estrellas del viernes Vera y su abuela se recluyeron en el camarote para respetar el Sabbat. Hasta el sábado a la noche seguirían allí, encerradas, orando, tratando de no levantar sospechas. Sus certificados de bautismo las resguardaban de cualquier tipo de ofensa, esos que habían conseguido para poder viajar.
Prontamente se cumplió una semana de viaje pero Vera sentía que estaba allí hacia meses. La nostalgia se había apoderado de ella y todo le recordaba a su pueblo, que ahora ya no era más suyo. Sentada en el mismo rincón de siempre, mirando la inmensidad, los recuerdos se iban apoderando de ella y ahora no quiere pensar. Prefiere imaginar. Imaginar que esta en un viaje para recorrer el mundo, los lugares mas hermosos, sentir nuevos olores, pero después regresar a su bella Trieste.
Una anciana pasa con un crucifijo en la mano y las imágenes otra vez vuelven. Quiere distraer la mente, tararea una canción pero ya no puede seguir reprimiendo los recuerdos, tienen que salir. Una lágrima recorre su mejilla mojando sus labios, dejándole el sabor amargo de un triste episodio. Y ahí se ve caminando hacia el colegio el primer día de clases haciendo el mismo recorrido de siempre, hasta que oye esa voz que aun le retumba en los oídos.
- Tú aquí no eres bienvenida.
El eco de esa voz la horroriza le impide seguir pensando. Luego ve el esquivo de sus amigos que la corren del medio de la entrada de la escuela y le ruegan que nunca más les dirija la palabra. Prefiere pensar que es una pesadilla pero está allí, ella es la protagonista, ella es ahora una desconocida. Y se larga a correr. Corre hasta su casa, ese recorrido, el de siempre, que ahora ya no es el mismo. Todo le resultaba desconocido ¿Cómo puede ser que no reconozca la Piazza unita? Siente que le arrancaron las raíces de un tirón ya no es la misma de antes.
Solía caminar por el barco observando al resto de la gente. Pensaba si se encontraban en la misma situación que ella. Predominaba un clima de alegría pero también incertidumbre. Algunas señoras coquetas pasaban por la parte de abajo del barco, caminando erguidas despidiendo aroma de perfume francés al pasar, y miraban con cierto aire despectivo a las otras mujeres, que estaban sentadas en el piso tejiendo abrigos para afrontar el frío de las noches. Tenían la misma edad pero se notaba en sus manos, en las grietas de las manos, la historia de vida que cada una tuvo que llevar.
- buon giorno mi nombre es María.
Vera mira hacia su costado para confirmar que era a ella a quien habían hablado. Tímida y con la mirada hacia el suelo responde al saludo con la voz muy baja.
María estaba vestida con la mejor ropa y en su pelo rubio se lucia un sombrero que combinaba con el resto de su traje. Nadie entiende por qué pero prontamente comenzaron a conversar y a entablar cierta confianza. Nadie lo entiende porque sus mundos eran antagónicos, ellas eran diferentes.
Juntas recorrían el barco y María le mostró o mejor dicho ostento su vida, la opulencia que había entre aquellos que viajaban en primera. Al principio Vera se fascinó por aquel lugar tan cerca y tan lejos al mismo tiempo de ella. Pero después comenzó a tomarle cierto desprecio cuando oyó a unos hombres vestidos de traje, brindar por el Duce.
El domingo el exclusivo padre Ceferino Garibaldi auspiciaba una misa en primera. Vera asistió por insistencias de su amiga y a escondidas de su abuela. No sabia de que se trataban los rituales cristianos pero talvez para lograr mayor aceptación, decidió concurrir.
Ella lo veía como una obra de teatro, no formaba parte de la ceremonia. En un momento todos empezaron a cantar y hacer unos movimientos raros con sus manos que en vano intento imitar.
Al salir de misa María la miro, sonrió y le dijo: de no conocerte pensaría que sos rusa, y estallo en una carcajada.
Ahora camina y piensa que callar, ocultar, aparentar pueden ser la peor opción, ella es lo que era y lo que pudo ser y nadie puede cambiar eso.
Escribe sus últimas líneas en el diario y promete no volver a hacerlo por mucho tiempo más y que el silencio no se apodere más de su voz.
Se estaba quedando dormida. Se durmió, abrazada a sus rodillas abrigada por el sol del verano americano.
-llegamos, llegamos!
Vera despierta en un santiamén y ve gente que se abraza, llora y al mismo tiempo sonríe. Gira su cabeza y ve a lo lejos la ciudad que se erigía de cara al río. Era cierto habían llegado a destino. ¿Podría comenzar una nueva vida allí? No lo sabía, pero su primer pie en Argentina lo había puesto con una sonrisa.

domingo, 8 de agosto de 2010

Primera parte del proyecto!

El agua se encontraba calma y el cielo estaba despejado. Ella miraba a su alrededor y lo único que veía era agua pero estaba mas tranquila y mirar el horizonte ya no le causaba nauseas. Aunque a veces se sentía mareada porque todo le parecía lo mismo, todo se reducía a un infinito de color azul que a lo lejos se chocaba con el cielo. Miraba hacia el este y los ojos se le llenaban de lágrimas, porque allí estaban los 14 años de su vida que no se pudo llevar consigo.
Pasaba el día entero sentada en un rincón de la proa, mirando el océano con sus piernas tapadas con una manta de su abuela. Por momentos se pasaba horas escribiendo en su diario personal y cuando levantaba la vista ya era de noche, ya había pasado un día mas.
Mas allá del shall de lana que cubría su espalda y el rodete que ataba sus cabellos la juventud la perseguía en cada pisada, en cada palabra y en cada mirada por mas melancólica que esta sea.
Todavía quedaban veinte días o más para llegar a destino, un lugar que para algunos eran las tierras prometidas y para otros era una ciudad pegajosa que además olía mal:
Bonosaires, Aryentina, trataban de pronunciar los italianos que viajaban en el Oceanía y que jamás en su vida habían hablado español.
Vera compartía el camarote con su abuela y con 6 mujeres más. De vez en cuando, por las noches, se escuchaba alguna rata perdida por los pasillos pero no era motivo suficiente de preocupación.
En su diario Vera escribía:
“Marzo de 1938:
Hoy es nuestro primer viernes en el barco. La bubbee dijo que íbamos a respetar nuestras tradiciones pero ¿Cómo haremos para no despertar la atención del resto?”
Con las primeras estrellas del viernes Vera y su abuela se recluyeron en el camarote para respetar el Sabbat. Hasta el sábado a la noche seguirían allí, encerradas, orando, tratando de no levantar sospechas. Sus certificados de bautismo las resguardaban de cualquier tipo de ofensa, esos que habían conseguido para poder viajar.
Prontamente se cumplió una semana de viaje pero Vera sentía que estaba allí hacia meses. La nostalgia se había apoderado de ella y todo le recordaba a su pueblo, que ahora ya no era más suyo. Sentada en el mismo rincón de siempre, mirando la inmensidad, los recuerdos se iban apoderando de ella y ahora no quiere pensar. Prefiere imaginar. Imaginar que esta en un viaje para recorrer el mundo, los lugares mas hermosos, sentir nuevos olores, pero después regresar a su bella Trieste.
Una anciana pasa con un crucifijo en la mano y las imágenes otra vez vuelven. Quiere distraer la mente, tararea una canción pero ya no puede seguir reprimiendo los recuerdos, tienen que salir. Una lágrima recorre su mejilla mojando sus labios dejándole el sabor amargo de un triste episodio. Y ahí se ve caminando hacia el colegio el primer día de clases haciendo el mismo recorrido de siempre, hasta que oye esa voz que aun le retumba en los oídos.
- Tú aquí no eres bienvenida.
El eco de esa voz la horroriza le impide seguir pensando. Luego ve el esquivo de sus amigos que la corren del medio de la entrada de la escuela y le ruegan que nunca más les dirija la palabra.Prefiere pensar que es una pesadilla pero está allí, ella es la protagonista, ella es ahora una desconocida. Y se larga a correr. Corre hasta su casa, ese recorrido, el de siempre, que ahora ya no es el mismo. Todo le resultaba desconocido ¿Cómo puede ser que no reconozca la Piazza unita? Siente que le arrancaron las raíces de un tirón ya no es la misma de antes.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Proyecto: rumbo definido

La historia que voy a contar en mi proyecto ya está determinada y también tiene protagonista. Estas semanas que pasaron las dedique a darle un poco de forma a lo que prontamente se convertirá en un cuento.
Luego de precisar el tema central, que como había contado es el exilio, empecé a buscar una historia que me parezca interesante escribir. Y fue cuando recordé las anécdotas de mi abuela al tener que dejar Italia para hacer otra vida en estas tierras. Lo que mas recalcaba en sus relatos era la tristeza que sentía al tener que dar vuelta la pagina, el dolor de abandonar su pueblo y la incertidumbre que le generaba un lugar totalmente desconocido.
Primeramente había empezado a escribir sobre su viaje, pero me sentía obligada a rendirle homenaje y esa no era mi intención, por eso preferí desligarme de la familiaridad y alejarme hasta encontrar alguna historia parecida pero que yo no sea parte de ella.
Y un libro fue mi solución. Me recomendaron uno acerca de testimonios de italianos judíos que escaparon de las leyes raciales, implementadas por Mussolini antes de la segunda guerra. Esto despertó mi interés y las ideas fueron apareciendo solas...
En fin, en estos dias subo la primera parte de mi cuento asi me dan su opinión.
saludos a todos!