lunes, 16 de agosto de 2010

Desarraigo

El agua se encontraba calma y el cielo estaba despejado. Ella miraba a su alrededor y lo único que veía era agua pero estaba mas tranquila y mirar el horizonte ya no le causaba nauseas. Aunque a veces se sentía mareada porque todo le parecía lo mismo, todo se reducía a un infinito de color azul que a lo lejos se chocaba con el cielo. Miraba hacia el este y los ojos se le llenaban de lágrimas, porque allí estaban los 14 años de su vida que no se pudo llevar consigo.
Pasaba el día entero sentada en un rincón de la proa, mirando el océano con sus piernas tapadas con una manta de su abuela. Por momentos se pasaba horas escribiendo en su diario personal y cuando levantaba la vista ya era de noche, ya había pasado un día mas.
Mas allá del shall de lana que cubría su espalda y el rodete que ataba sus cabellos la juventud la perseguía en cada pisada, en cada palabra y en cada mirada por mas melancólica que esta sea.
Todavía quedaban veinte días o más para llegar a destino, un lugar que para algunos eran las tierras prometidas y para otros era una ciudad pegajosa que además olía mal:
Bonosaires, Aryentina, trataban de pronunciar los italianos que viajaban en el Oceanía y que jamás en su vida habían hablado español.
Vera compartía el camarote con su abuela y con 6 mujeres más. De vez en cuando, por las noches, se escuchaba alguna rata perdida por los pasillos pero no era motivo suficiente de preocupación.
En su diario Vera escribía:
“Marzo de 1938:
Hoy es nuestro primer viernes en el barco. La bubbee dijo que íbamos a respetar nuestras tradiciones pero ¿Cómo haremos para no despertar la atención del resto?”
Con las primeras estrellas del viernes Vera y su abuela se recluyeron en el camarote para respetar el Sabbat. Hasta el sábado a la noche seguirían allí, encerradas, orando, tratando de no levantar sospechas. Sus certificados de bautismo las resguardaban de cualquier tipo de ofensa, esos que habían conseguido para poder viajar.
Prontamente se cumplió una semana de viaje pero Vera sentía que estaba allí hacia meses. La nostalgia se había apoderado de ella y todo le recordaba a su pueblo, que ahora ya no era más suyo. Sentada en el mismo rincón de siempre, mirando la inmensidad, los recuerdos se iban apoderando de ella y ahora no quiere pensar. Prefiere imaginar. Imaginar que esta en un viaje para recorrer el mundo, los lugares mas hermosos, sentir nuevos olores, pero después regresar a su bella Trieste.
Una anciana pasa con un crucifijo en la mano y las imágenes otra vez vuelven. Quiere distraer la mente, tararea una canción pero ya no puede seguir reprimiendo los recuerdos, tienen que salir. Una lágrima recorre su mejilla mojando sus labios, dejándole el sabor amargo de un triste episodio. Y ahí se ve caminando hacia el colegio el primer día de clases haciendo el mismo recorrido de siempre, hasta que oye esa voz que aun le retumba en los oídos.
- Tú aquí no eres bienvenida.
El eco de esa voz la horroriza le impide seguir pensando. Luego ve el esquivo de sus amigos que la corren del medio de la entrada de la escuela y le ruegan que nunca más les dirija la palabra. Prefiere pensar que es una pesadilla pero está allí, ella es la protagonista, ella es ahora una desconocida. Y se larga a correr. Corre hasta su casa, ese recorrido, el de siempre, que ahora ya no es el mismo. Todo le resultaba desconocido ¿Cómo puede ser que no reconozca la Piazza unita? Siente que le arrancaron las raíces de un tirón ya no es la misma de antes.
Solía caminar por el barco observando al resto de la gente. Pensaba si se encontraban en la misma situación que ella. Predominaba un clima de alegría pero también incertidumbre. Algunas señoras coquetas pasaban por la parte de abajo del barco, caminando erguidas despidiendo aroma de perfume francés al pasar, y miraban con cierto aire despectivo a las otras mujeres, que estaban sentadas en el piso tejiendo abrigos para afrontar el frío de las noches. Tenían la misma edad pero se notaba en sus manos, en las grietas de las manos, la historia de vida que cada una tuvo que llevar.
- buon giorno mi nombre es María.
Vera mira hacia su costado para confirmar que era a ella a quien habían hablado. Tímida y con la mirada hacia el suelo responde al saludo con la voz muy baja.
María estaba vestida con la mejor ropa y en su pelo rubio se lucia un sombrero que combinaba con el resto de su traje. Nadie entiende por qué pero prontamente comenzaron a conversar y a entablar cierta confianza. Nadie lo entiende porque sus mundos eran antagónicos, ellas eran diferentes.
Juntas recorrían el barco y María le mostró o mejor dicho ostento su vida, la opulencia que había entre aquellos que viajaban en primera. Al principio Vera se fascinó por aquel lugar tan cerca y tan lejos al mismo tiempo de ella. Pero después comenzó a tomarle cierto desprecio cuando oyó a unos hombres vestidos de traje, brindar por el Duce.
El domingo el exclusivo padre Ceferino Garibaldi auspiciaba una misa en primera. Vera asistió por insistencias de su amiga y a escondidas de su abuela. No sabia de que se trataban los rituales cristianos pero talvez para lograr mayor aceptación, decidió concurrir.
Ella lo veía como una obra de teatro, no formaba parte de la ceremonia. En un momento todos empezaron a cantar y hacer unos movimientos raros con sus manos que en vano intento imitar.
Al salir de misa María la miro, sonrió y le dijo: de no conocerte pensaría que sos rusa, y estallo en una carcajada.
Ahora camina y piensa que callar, ocultar, aparentar pueden ser la peor opción, ella es lo que era y lo que pudo ser y nadie puede cambiar eso.
Escribe sus últimas líneas en el diario y promete no volver a hacerlo por mucho tiempo más y que el silencio no se apodere más de su voz.
Se estaba quedando dormida. Se durmió, abrazada a sus rodillas abrigada por el sol del verano americano.
-llegamos, llegamos!
Vera despierta en un santiamén y ve gente que se abraza, llora y al mismo tiempo sonríe. Gira su cabeza y ve a lo lejos la ciudad que se erigía de cara al río. Era cierto habían llegado a destino. ¿Podría comenzar una nueva vida allí? No lo sabía, pero su primer pie en Argentina lo había puesto con una sonrisa.

2 comentarios:

  1. Hola Paula!

    El tema que pensaste es interesante, como ya te dije. Pero me parece que en tu proyecto, en esta versión que presentás, por lo menos, hay un problema claro.

    Lo que vos estás queriendo contar tiene que ver con aspectos psicológicos del personaje, cómo éste hace frente a circunstancias adversas. Por lo tanto, va a ser una historia donde, antes de una sucesión de muchos eventos, vamos a encontrar que la procesión va por dentro: hay que mostrar tranformaciones internas al personaje. Esto es complicado.

    Me parece que centrarte en la imagen del barco, el "estar en el medio", es acertado. Me gusta mucho el primer párrafo, además. Pero la dificultad central que tiene tu texto es que no nos permite hacernos demasiada idea de quién/cómo es tu protagonista. Y súbitamente, la vemos haciendo pie en Argentina con una sonrisa y no se entiende cómo es que llegó hasta ahí. Su amistad con María tampoco está desarrollada. Todo esto hace que el relato pierda verosimilitud, no entendemos qué coherencia interna tienen las acciones del personaje.

    Algunas sugerencias para ver cómo resolver esto:

    -Puede ser que tengas que escribir más. El texto quizás sea un poco breve para poder plasmar una transformación profunda (aunque únicamente hables del viaje en largo, me parece muy bien que te acotes a esa circunstancia). Por otra parte, podrías trabajar con un relato bien corto, pero sólo si logras construir imágenes fuertemente condensadores, centrándote en momentos clave y trabajándolos a fondo.

    -Quizás sea forzado pretender que Vera pise Argentina con una sonrisa. Puede ser que para que se reconcilie con la idea de vivir ahí se requiera mucho más, no alcance con el viaje. Va a tener que conocer el lugar, pasar por buenos y malos momentos. Y me parece que vos no querés hacer foco en el después del barco. Yo creo que la única actitud que me resulta verosimil cuando el personaje sale del barco es la de una fuerte incertidumbre y curiosidad, matizada a lo sumo por una actitud más o menos esperanzada. Podés jugar con el tema de la esperanza si querés, pero seguramente no va a ser una visión tan luminosa, sino matizada por momentos de oscuridad, de negatividad.

    -Es difícil escribir sobre situaciones que uno no vivió. Más alla del libro que estuviste leyendo, estaría bueno que pienses en qué situaciones de tu vida experimentaste sentimientos similares a los que Vera estaría viviendo. O con qué personas conocidas podrías hablar, para construirte una idea de qué puede pasar por la cabeza de una persona que experimenta el exilio.

    Espero que te sirva, saludos

    Emilia

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