martes, 23 de noviembre de 2010

Los dueños del fuego: primera versión

Con el nacimiento de la teoría funcionalista, a principios del siglo pasado, se introduce un nuevo método a la antropología: la observación participante. Ahora para hablar del otro, el científico debe establecer contacto directo con los nativos, pero debe estar regido por la objetividad del entrevistador. De esta forma se busca aniquilar el etnocentrismo que rige en los clásicos, ya que esta nueva teoría niega la existencia de culturas superiores e inferiores y plantea que éstas son diversas entre si, esto es llamado relativismo cultural.

El cuento “los dueños del fuego” responde claramente a este supuesto ya que Marcelino es el diferente, el otro, el lejano, el indio toba, al cual la Doctora Dusselorff interpela bajo una estricta objetividad que cualquier acotación intransigente (ante los ojos de la audiencia) provoca malestar general. Más aún cuando éste comete el error de creerse argentino: después de esta confesión ¿se lo puede considerar un nosotros?

La autora, Sylvia Iparraguirre, establece una fuerte crítica a estos modus operandi de los antropólogos, que utilizan humanos como objetos para obtener logros científicos. En el título se cifra su opinión que con el correr del cuento se va descifrando hasta que en el final hace su descargo “La clase no había sido satisfactoria. Consideraban, académicamente, la posibilidad de conseguir otro informante. Tal vez un mataco con mayor disposición. La buena disposición es fundamental para los fines científicos”

La historia argentina desde sus inicios tiene conflicto con los pueblos originarios que resistieron (o trataron de hacerlo) la transculturación. En la literatura, Sarmiento dejó registro de ello con “Facundo, o civilización y barbarie”, donde ve en el gaucho, la figura del atraso de la sociedad y para obtener el tan deseado progreso hay que eliminarlo.

En Latinoamérica muchos escritores han retomado la figura de Calibán, personaje de “La Tempestad” de Shakespeare, quien representa el estado natural, es el bárbaro que resiste a ser esclavizado por Próspero, el protagonista, quien lo despoja de su tierra y lo somete a la servidumbre. Rubén Darío en “el triunfo de Calibán” ve en esta figura la amenaza del triunfo del materialismo yankee sobre la espiritualidad: “No, no puedo, no quiero estar de parte de esos búfalos de dientes de plata. Son enemigos míos, son los aborrecedores de la sangre latina, son los bárbaros”

Sin embargo autores como el cubano Fernández Retamar y el argentino Aníbal Ponce ponen foco en la relación colonizador-colonizado, haciendo una lectura claramente anticolonialista. Estos puntos de vista tienen una perspectiva marxista, ya que Próspero es el amo, el dominante, que somete a Calibán y Ariel a servir a sus intereses.

Este personaje es símbolo de la resistencia de los aborígenes, que son considerados bárbaros ante los ojos del imperialista y sin mas fundamento que ese lo extermina o lo somete a su voluntad. Hace 500 años pretendieron eliminarlos de las tierras latinoamericanas, pero solo lograron hacerlo físicamente, porque el fuego que ellos encendieron no lo pudieron apagar.

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