Son las 11 de la mañana y me encuentro esperando el colectivo 146 enfrente de Correo Central. Las amenazantes nubes en el cielo me impacientan ya que el colectivo todavía no ha llegado y el viaje es muy largo. Frente al correo se encuentran las terminales de muchas líneas que van hacia todos los puntos de Buenos Aires, y mi destino en particular es zona Oeste, mas precisamente el Hospital Posadas. Es un recorrido interesante por los contrastes que hay entre las dos terminales.
En la cola no somos muchos mas de 15 personas y yo estoy bastante adelante, así que es probable que consiga asiento. Luego de 20 minutos de espera me tomo el colectivo y apenas subo selecciono el asiento ideal para tener una vista “panorámica”,1.75 sale el recorrido, el chofer me indica que va a tardar aproximadamente una hora y media o más, suficiente como para hacer mí trabajo.
Miro alrededor: veo mujeres y hombres muy bien vestidos, también veo chicos de mi edad con mochilas y carteras seguramente sean estudiantes; pocos niños y muchos ancianos estando todo en orden comienza el recorrido. Siento como si fuera la primera vez q viajo en colectivo, o los demás pensaran eso de mí porque parezco un niño observando todo. Los detalles que mas me llaman la atención son la cantidad de personas que veo con sus auriculares escuchando música, seguramente usándolos como una forma de aliviar el pesado viaje, los ruidos molestos de los motores y de las bocinas desesperadas.
Inmediatamente pasa por Plaza de Mayo, sigue por Diagonal Norte y toma Sarmiento hasta Pueyrredón. En menos de 5 minutos recorre lugares históricos que hasta hace unos días estaban de fiesta junto a todos los argentinos. No soy la única que gira la cabeza hacia su izquierda para observar. El colectivo esta en pleno movimiento durante todo el viaje, la gente sube, baja, sede asientos, mientras que recorre diferentes barrios.
Por la calle Sarmiento es mayor la cantidad de estudiantes que suben ya que a menos de 10 cuadras se encuentran las facultades de medicina y economía. Cerca mío se sientan dos chicas, y rápidamente me doy cuenta que son estudiantes de medicina porque es de lo único que hablan durante el trayecto. En el barrio de Once suben alrededor de 4 o 5 personas con bolsas llenas, seguramente llenas de ropa, ya que allí se consiguen mas barato. Este es uno de los trayectos mas pesados, hay mucha gente y el transito esta cargado, cuesta avanzar.
A la altura del barrio de Caballito se vacía un poco y se viaja mejor. Después de pasar el monumento al Cid Campeador, y al entrar en Av. San Martín sube un vendedor de alfajores, que termina teniendo una excelente venta por el carisma con que da su discurso.
Al subir el puente de Paternal, tengo una vista privilegiada de la ciudad: muchos edificios se erigen mires por donde mires; solo basta para bajar la vista y ver las vías del tren San Martín y las casas precarias que la rodean. Es cuestión de dirigir la mirada y ver como en un mismo lugar hay tal contradicción. En Agronomía suben un montón de estudiantes y el colectivo vuelve a llenarse.
Por avenida Beiró nuevamente edificios colman el barrio; aquí bajan muchas personas bien vestidas, ya que Devoto es una zona de clase media alta. A medida que nos vamos acercando a la Av. General Paz se van disipando los edificios tomando mayor protagonismo casas bajas. Muchos chicos que salen del colegio suben al colectivo y el ruido aumenta, sumado a la música en altavoz de algún que otro celular.
Al cruzar la Gral. Paz el cambio es notorio. Las calles están en su mayoría rotas y los pozos nos hacen saltar del asiento. En el barrio Ejército de los Andes (conocido como Fuerte Apache) bajan un montón de personas, ya que este es uno de los pocos colectivos que van hacia el centro y al regreso los dejan en Ciudadela.
Falta poco más de 15 minutos. En la calle M.T de Alvear esta el hospital Posadas y es allí donde termina el recorrido. Baja una señora mayor, un hombre y una mujer joven. El edificio viejo e imponente del hospital que se ve desde mi terraza, me recuerda que ahora tengo que caminar unas 15 cuadras para volver a casa. Me pregunto que tan “otro” es el otro, al fin y al cabo vivimos en la misma ciudad.
lunes, 31 de mayo de 2010
lunes, 10 de mayo de 2010
Identidad oculta
Texto con inclusión (segunda version)
¿Dónde se guarda el rencor que deja una herida? Se preguntó Mariano después de enterarse de la verdad.
Mariano era un exitoso abogado de 34 años, casado con Lorena, una hermosa mujer que también era abogada. En una familia de clase media, la vida de este hombre debería producir orgullo. Pero desde que tiene uso de la razón, siempre fue desplazado en su hogar. Su familia siempre se ocupo de que tenga todos los juguetes y la mejor ropa, pero de nada servía si no le brindaban el cariño que un niño necesita. –sos un desagradecido- era la frase típica de su padre cuando decía algo contrariándolo.
Cuando tenía 18 años comenzó su carrera en la facultad de Derecho, obligado por su padre; allí conoció a Lorena. Ella participaba en el centro de estudiantes, y no le costo mucho convencerlo para que militen juntos. Lorena logró mostrarle un mundo nuevo a Mariano y este pudo entender que las villas no eran sinónimo de violencia (como le habían enseñado en la casa) si te acercabas a ofrecer una mano. Había mucho amor entre ellos dos, Mariano siempre decía que gracias a ella pudo dar los primeros pasos como ser humano. Al recibirse se casaron y dedicaron sus vidas a ofrecer ayuda al prójimo.
El 2002 fue un año movilizado. Lorena había perdido un embarazo y estaba muy shockeada por este suceso. Una noche se despierta desconsolada producto de un sueño que la desveló durante el resto de la noche. En él aparecía su marido de bebe en abrazos de una mujer de pelo oscuro y ojos color miel, muy parecida a él que lo estaba amamantando, y esa mujer no era su suegra. -Por favor amor hacelo por mí -dijo ella- si algún día vamos a tener hijos quiero que sepan sobre su verdadera identidad. Lorena le propuso a su marido asistir a Abuelas de plaza de mayo y hacerse un estudio de ADN. Mariano siempre tuvo esa duda, pero la posibilidad de saber la verdad le generaba mucho miedo. Pero ella, como siempre, logró convencerlo.
Con mucha valentía asistió y se realizó el examen. Fueron las dos semanas más eternas de su vida, no podía dormir y una sensación rara le carcomía la cabeza.
Llegó el día. Junto con su mujer, escucharon el resultado: Mariano era hijo de desaparecidos, había nacido en un centro clandestino en La Plata hacía 34 años. Esta noticia le causo un gran vacío. Sus padres ahora eran sus apropiadores y Mariano en realidad era Camilo.
¿Dónde se guarda el rencor que deja una herida? Se preguntó Mariano después de enterarse de la verdad.
Mariano era un exitoso abogado de 34 años, casado con Lorena, una hermosa mujer que también era abogada. En una familia de clase media, la vida de este hombre debería producir orgullo. Pero desde que tiene uso de la razón, siempre fue desplazado en su hogar. Su familia siempre se ocupo de que tenga todos los juguetes y la mejor ropa, pero de nada servía si no le brindaban el cariño que un niño necesita. –sos un desagradecido- era la frase típica de su padre cuando decía algo contrariándolo.
Cuando tenía 18 años comenzó su carrera en la facultad de Derecho, obligado por su padre; allí conoció a Lorena. Ella participaba en el centro de estudiantes, y no le costo mucho convencerlo para que militen juntos. Lorena logró mostrarle un mundo nuevo a Mariano y este pudo entender que las villas no eran sinónimo de violencia (como le habían enseñado en la casa) si te acercabas a ofrecer una mano. Había mucho amor entre ellos dos, Mariano siempre decía que gracias a ella pudo dar los primeros pasos como ser humano. Al recibirse se casaron y dedicaron sus vidas a ofrecer ayuda al prójimo.
El 2002 fue un año movilizado. Lorena había perdido un embarazo y estaba muy shockeada por este suceso. Una noche se despierta desconsolada producto de un sueño que la desveló durante el resto de la noche. En él aparecía su marido de bebe en abrazos de una mujer de pelo oscuro y ojos color miel, muy parecida a él que lo estaba amamantando, y esa mujer no era su suegra. -Por favor amor hacelo por mí -dijo ella- si algún día vamos a tener hijos quiero que sepan sobre su verdadera identidad. Lorena le propuso a su marido asistir a Abuelas de plaza de mayo y hacerse un estudio de ADN. Mariano siempre tuvo esa duda, pero la posibilidad de saber la verdad le generaba mucho miedo. Pero ella, como siempre, logró convencerlo.
Con mucha valentía asistió y se realizó el examen. Fueron las dos semanas más eternas de su vida, no podía dormir y una sensación rara le carcomía la cabeza.
Llegó el día. Junto con su mujer, escucharon el resultado: Mariano era hijo de desaparecidos, había nacido en un centro clandestino en La Plata hacía 34 años. Esta noticia le causo un gran vacío. Sus padres ahora eran sus apropiadores y Mariano en realidad era Camilo.
El trébol de la suerte -texto con predominio de palabras graves-
En un bosque de la Patagonia, ubicado en el medio de una montaña, habita una tribu aborigen que conserva costumbres milenarias; esta dirigida por la sabiduría de los ancianos, quienes afirman que el bosque es sagrado, tiene poderes mágicos y aún esta intacto.
Llevan una vida muy tranquila, salvo por las injerencias del hombre de la ciudad y sus maquinas perniciosas que mas de una vez pretendieron arrasar los árboles por razones absurdas. Nunca pudieron, o talvez nunca quisieron entender que ese bosque tiene magia.
Sin embargo estos hombres no son sus únicos enemigos. Entre las arboledas habitan duendes que salen las noches de luna llena en busca de los niños de la tribu, y con ellos realizar sus rituales.
Una noche fría salieron en busca de niños. Uno de estos estaba en el bosque buscando ramas caídas para hacer fuego, y no advirtió que era noche de luna llena. De repente escucha el canto perverso de estos enanos con gorro azul. Héctor, el niño, sale corriendo desesperado y logra esconderse detrás de un árbol relegado por los ancianos, porque según ellos daba mala suerte. Agacha su cabeza y logra ver un trébol, lo arranca en el mismo momento que aparecen los duendes; el niño se lo ofrece con su pequeña mano temblando, y estos salen corriendo con un grito exasperado perdiéndose en el bosque.
En su regreso a la casa Héctor vio que el trébol tenía cuatro hojas. Lo había encontrado, era el trébol de la suerte.
Llevan una vida muy tranquila, salvo por las injerencias del hombre de la ciudad y sus maquinas perniciosas que mas de una vez pretendieron arrasar los árboles por razones absurdas. Nunca pudieron, o talvez nunca quisieron entender que ese bosque tiene magia.
Sin embargo estos hombres no son sus únicos enemigos. Entre las arboledas habitan duendes que salen las noches de luna llena en busca de los niños de la tribu, y con ellos realizar sus rituales.
Una noche fría salieron en busca de niños. Uno de estos estaba en el bosque buscando ramas caídas para hacer fuego, y no advirtió que era noche de luna llena. De repente escucha el canto perverso de estos enanos con gorro azul. Héctor, el niño, sale corriendo desesperado y logra esconderse detrás de un árbol relegado por los ancianos, porque según ellos daba mala suerte. Agacha su cabeza y logra ver un trébol, lo arranca en el mismo momento que aparecen los duendes; el niño se lo ofrece con su pequeña mano temblando, y estos salen corriendo con un grito exasperado perdiéndose en el bosque.
En su regreso a la casa Héctor vio que el trébol tenía cuatro hojas. Lo había encontrado, era el trébol de la suerte.
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